14 mayo, 2007

la voz del homo sacer en "Los hijos de los hombes"

“Si tomo la palabra, no es para defenderme de los actos de los que se me acusa, ya que sólo la sociedad, que por su organización pone a los hombres en lucha continua los unos contra los otros, es la responsable” (Ravachol)



La figura del homo sacer, extraída del derecho romano, apunta al sujeto cuya vida no puede ser sacrificada (en términos de ritual) pero sí puede ser eliminada si dicha eliminación no constituye un delito, ya que está fuera de la ley.

El homo sacer moderno es el hombre sacrificable, matable, despojado de sus derechos de ciudadano (trabajo, salud, educación, entre otros) y se plasma en los “detenidos” de los campos de concentración del siglo XX. Para Agamben, el paradigma de la sociedad moderna es el campo (campos de concentración o de exterminio) más que la ciudad. Refugiados, clandestinos, inmigrantes, la cuestión nominal no interesa, la nuda vida es la existencia despojada de todo valor y derecho político, por lo tanto, si un homo sacer muere debido a la necesidad (hambre, miseria, falta de oportunidades), nadie es responsable.

Asimismo, para Agamben (siguiendo a Aristóteles) existe un paralelo entre nuda vida/vida política y voz/lenguaje en el sentido de que son estos segundos términos (vida política y lenguaje) los que diferencian al ser humano de otros tipos de existencia. Este es precisamente el punto que pretendo abordar en “Los hijos de los hombres”.

Lo que ocurre en la película es que la sociedad ha llegado a un punto en que el homo sacer se ha convertido en un sujeto masivo pero, al mismo tiempo carece de voz (el lenguaje de Aristóteles). Por lo tanto la sociedad se va acallando, y como el hombre es lenguaje, la humanidad sucumbe ante esta falta de identidad.

Agamben dice que hay que plantearse o replantearse los conceptos de ciudadanía y nacionalidad y si bien esto se hace evidente en la película, la pregunta que debiera hacerse apunta más a la identidad en cuanto a ser humano, ya que es debido a esta pérdida de identidad que se produce esta “enfermedad” relacionada con la fertilidad. El hombre pierde su voz, pierde su identidad y por lo tanto es incapaz de generar vida, ya que ésta pierde su sentido básico, que es el manifestarse, relacionarse y posicionarse a través de una “voz” propia.

Pareciera que los distintos actores sociales tienen una voz, al manifestarse de diferente manera frente a la situación mundial (terrorismo, despotismo de estado, movimientos pro vida, la simple indiferencia), sin embargo, no hay un cuestionamiento introspectivo con respecto a los verdaderos motivos de la crisis general: todos la adjudican a elementos externos. Paralelamente, los refugiados representan a la masa oprimida, no tienen voz porque no tienen la posibilidad de posicionarse de ninguna manera que no sea como una escoria, un bulto, una entidad viviente que no aporta (nuda vida). Quizás el único personaje que se muestra de una manera distinta es el hombre que vive aisladamente con su mujer autista (se entiende que por algún trauma relacionado con esta nueva –o no tanto- sociedad), pero este tampoco tiene la posibilidad de expandir su “voz”, quedando confinado a la derrota.

Entonces, la lucha por la vida pierde sentido en la medida que se anulan las voces; la sociedad completa se transforma en el homo sacer que se elimina a sí mismo porque no logra tomar conciencia de la importancia de su propia voz.

1 comentario:

Margarita dijo...

Buena entrada, me parece interesante la perspectiva, creo que la anulación de las voces es un gran tema que sugieres a partir de lo de Agamben. Es original y entretenido. Saludos