24 abril, 2007

A propósito de Foucault,,,(*)

A propósito de Foucault, ella me decía enfurecida que se sentía constantemente vigilada. Absurdo, pensaba yo, mientras sonriendo le decía que yo no, que no me sentía vigilada o que por lo menos no me importaba. Discutimos un rato al respecto. Ningún acuerdo. Me fui, se fue. Ella enojada y yo riendo. Así pasó la semana, no pensé más en eso ni esperé tener que volver a pensarlo.




Días después caminaba por Providencia. La calle estaba oscura. Húmeda. Sucia. De un momento a otro sentí la presencia de un individuo que aparecía por un costado. En un momento se acercó algo más, mientras yo intentaba acelerar el paso y desplazarme hacia la derecha de la acera. No lo veía bien, pero percibí lo suficiente por su forma de moverse: ademanes, ropa. Exalaba un olor a alcohol que inundaba el ambiente y me penetraba hasta la garganta. Repentinamente se situó justo detrás de mí, muy cerca de mi y luego dentro de mi sujetándome en un forcejeo en esa calle húmeda, emanando vapores de sus pubs nocturnos, sus casas de putas, sus anuncios luminosos. Boca abajo probaba el sabor agrio que deben tener las calles meadas. Una gota resbala de una vieja cañería y cae junto a mi , luego otra y otra, levanto la vista y distingo un resplandor intermitente en el cristal de una ventana. se escucha un sonido ahogado, difuso. ¡Aplausos! ¡Risas! Es un televisor encendido, acaba de terminar el partido. Ahora hay conversaciones distendidas, un murmullo, burbujeantes cervezas y vasos de vino. ¡Risotadas! Comienzan las noticias de medianoche, el año pasado hubo mil violaciones de ley de transito, 12 víctimas, 3 heridos, 7 fallecidos, 20 degollados, 10 acusados, un olvidado, mil homicidios, miedo, pánico, 2.000 condenados, una aberración, salvajada cometida por un atracador, individuo infeliz, era olvidado, abandonado, marginado, tenía un perro, un amante y esa noche volvía a casa,,, al no poder verlo corrí inmediatamente. Mientras bajaba apresuradamente las escaleras de el Metro miré hacia atrás esperando ver al individuo, sin embargo, no había nadie.

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(*)…que en la tercera parte de su libro “Vigilar y Castigar”, específicamente en el capítulo del panoptismo, nos habla de la disciplina como una alternativa medieval para solucionar el problema de la peste. La peste representa el peligro del contagio pero, lo que es aun más grave para el Estado, representa el desorden, el caos, lo incontrolable, lo salvaje, lo potencialmente insurreccionalista: “La peste como forma a la vez real e imaginaria del desorden tiene por correlato médico y político la disciplina. Por detrás de los dispositivos disciplinarios, se lee la obsesión de los “contagios” de la peste, de las revueltas, de los crímenes, de la vagancia, de las deserciones, de los individuos que aparecen y desaparecen, viven y mueren en el desorden” (Foucault 201).

Así, Foucault traslada esta noción de disciplina a nuestra época a través de un invento arquitectónico que terminó cambiando por completo los métodos disciplinarios: el panóptico de Bentham. Este modelo que se usó principalmente en las cárceles pero que hoy se puede aplicar a otras instituciones como hospitales y talleres, lleva consigo un método que no sólo sirve para vigilar sin ser visto, sino que controla los comportamientos “para siempre” en la medida que objetiva a los sujetos. El panóptico produce el funcionamiento automático del poder, un efecto de “hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción” (Foucault 204).

Por último, pero no por eso menos importante (grave), destaca la necesidad de las disciplinas como parte fundamental de las democracias, en tanto estas últimas propagan una política de igualdad y sin embargo necesitan, o más bien dependen de disciplinas que apuntan a la exclusión y a la desigualdad: “Y si, de una manera formal, el régimen representativo permite que directa o indirectamente, con o sin enlaces, la voluntad de todos forme la instancia fundamental de la soberanía, las disciplinas dan, en la base, garantía de la sumisión de las fuerzas y de los cuerpos. Las disciplinas reales y corporales han constituido el subsuelo de las libertades formales y jurídicas (…) es preciso más bien ver en las disciplinas una especie de contraderecho. Desempeñan el papel preciso de introducir unas disimetrías insuperables y de excluir reciprocidades” (Foucault 225).

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Citas: Foucault, Michel. "El Panoptismo." Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2005. 199-230.