15 mayo, 2007

Derechos del hombre en la humanidad


Niños del hombre no es una película sobre la esterilidad como un fenómeno biológico, sino como un fenómeno social al nacimiento del “Ultimo Hombre”. Un hecho que fue diagnosticado hace mucho tiempo por Friedrich Nietzsche, quién percibe a este hombre como un ser indiferente, sin grandes pasiones o compromisos. Incapaz de soñar y cansado de la vida, sin ningún riesgo, buscando comodidad y seguridad, una manifestación de tolerancia hacia todos. El “Ultimo Hombre” no quiere que le destruyan sus ilusiones: por eso “acoso” es la palabra clave en su universo mental. También se puede observar a la madre de este ser, podemos observar en la película, es una mujer refugiada (protegida) pero a la vez acosada por la misma sociedad que la pretende proteger, existiendo diferentes grupos sociales que la desean según sus propósitos. En su sentido más simple, el término designa hechos brutales de violación, palizas y otras formas de violencia social que, sin duda, deberían ser condenadas con toda severidad.

Sin embargo, en el uso predominante, el significado simple se desliza en forma imperceptible hacia la condena de cualquier cercanía excesiva de otro ser humano real, con sus deseos, temores y placeres. Dos tópicos que determinan la actitud tolerante liberal de hoy hacia los otros: el respeto hacia la otredad, la apertura hacia ella y el miedo obsesivo al hostigamiento. El otro es aceptable mientras su presencia no sea invasora, mientras el otro no sea realmente otro. La tolerancia coincide con su sentido opuesto: mi deber de ser tolerante con el otro significa efectivamente que no debo acercarme demasiado. Esto es lo que emerge cada vez más como el “derecho humano”: el derecho a no ser acosado, es decir, a mantenerse a prudente distancia de los otros.

La mujer embarazada, presente en la película, pierde todos sus derechos en la sociedad por ser refugiada y sobre todo por llevar en su vientre al “Último hombre”, pasando a ser manejada biopoliticamente. Cómo dice H. Arendt que se ligan los destinos de los derechos del hombre a los del Estado-nación, parece implicar la idea de una conexión íntima y necesaria entre ellos, pero sin embargo la paradoja que H. Arendt suscita en este punto que la figura – el refugiado – que habría debido encarnar por excelencia al hombre de los derechos, sella, por el contrario, la crisis radical de este concepto. “La concepción de los derechos del hombre – escribe – basada sobre la supuesta existencia de un ser humano como tal, se vino abajo tan pronto como los que la propugnaban se vieron confrontados por primera vez a hombres que habían perdido toda cualidad y relación específicas, excepto el puro hecho de ser humanos” (Arendt, H.)

De a poco el hombre pierde su total libertad y sobre todo sus derechos, la misma humanidad se revela contra ella, los seres humanos buscan la salvación de manera individual o pequeñas sextas (como el caso de la comunidad de pirque) sin darse cuenta que es un problema global de la humanidad entera, donde nosotros mismos somos los que renunciamos a estos derechos. La humanidad nos abandona cada vez más. Así es como “Niños del hombre” nos quiere demostrar un apocalipsis más que de naturaleza (terremotos, sequía, calentamiento global, etc….), de humanidad. ¿Qué pasó con nosotros? ¿Qué salió mal?

14 mayo, 2007

la voz del homo sacer en "Los hijos de los hombes"

“Si tomo la palabra, no es para defenderme de los actos de los que se me acusa, ya que sólo la sociedad, que por su organización pone a los hombres en lucha continua los unos contra los otros, es la responsable” (Ravachol)



La figura del homo sacer, extraída del derecho romano, apunta al sujeto cuya vida no puede ser sacrificada (en términos de ritual) pero sí puede ser eliminada si dicha eliminación no constituye un delito, ya que está fuera de la ley.

El homo sacer moderno es el hombre sacrificable, matable, despojado de sus derechos de ciudadano (trabajo, salud, educación, entre otros) y se plasma en los “detenidos” de los campos de concentración del siglo XX. Para Agamben, el paradigma de la sociedad moderna es el campo (campos de concentración o de exterminio) más que la ciudad. Refugiados, clandestinos, inmigrantes, la cuestión nominal no interesa, la nuda vida es la existencia despojada de todo valor y derecho político, por lo tanto, si un homo sacer muere debido a la necesidad (hambre, miseria, falta de oportunidades), nadie es responsable.

Asimismo, para Agamben (siguiendo a Aristóteles) existe un paralelo entre nuda vida/vida política y voz/lenguaje en el sentido de que son estos segundos términos (vida política y lenguaje) los que diferencian al ser humano de otros tipos de existencia. Este es precisamente el punto que pretendo abordar en “Los hijos de los hombres”.

Lo que ocurre en la película es que la sociedad ha llegado a un punto en que el homo sacer se ha convertido en un sujeto masivo pero, al mismo tiempo carece de voz (el lenguaje de Aristóteles). Por lo tanto la sociedad se va acallando, y como el hombre es lenguaje, la humanidad sucumbe ante esta falta de identidad.

Agamben dice que hay que plantearse o replantearse los conceptos de ciudadanía y nacionalidad y si bien esto se hace evidente en la película, la pregunta que debiera hacerse apunta más a la identidad en cuanto a ser humano, ya que es debido a esta pérdida de identidad que se produce esta “enfermedad” relacionada con la fertilidad. El hombre pierde su voz, pierde su identidad y por lo tanto es incapaz de generar vida, ya que ésta pierde su sentido básico, que es el manifestarse, relacionarse y posicionarse a través de una “voz” propia.

Pareciera que los distintos actores sociales tienen una voz, al manifestarse de diferente manera frente a la situación mundial (terrorismo, despotismo de estado, movimientos pro vida, la simple indiferencia), sin embargo, no hay un cuestionamiento introspectivo con respecto a los verdaderos motivos de la crisis general: todos la adjudican a elementos externos. Paralelamente, los refugiados representan a la masa oprimida, no tienen voz porque no tienen la posibilidad de posicionarse de ninguna manera que no sea como una escoria, un bulto, una entidad viviente que no aporta (nuda vida). Quizás el único personaje que se muestra de una manera distinta es el hombre que vive aisladamente con su mujer autista (se entiende que por algún trauma relacionado con esta nueva –o no tanto- sociedad), pero este tampoco tiene la posibilidad de expandir su “voz”, quedando confinado a la derrota.

Entonces, la lucha por la vida pierde sentido en la medida que se anulan las voces; la sociedad completa se transforma en el homo sacer que se elimina a sí mismo porque no logra tomar conciencia de la importancia de su propia voz.