Sin embargo, en el uso predominante, el significado simple se desliza en forma imperceptible hacia la condena de cualquier cercanía excesiva de otro ser humano real, con sus deseos, temores y placeres. Dos tópicos que determinan la actitud tolerante liberal de hoy hacia los otros: el respeto hacia la otredad, la apertura hacia ella y el miedo obsesivo al hostigamiento. El otro es aceptable mientras su presencia no sea invasora, mientras el otro no sea realmente otro. La tolerancia coincide con su sentido opuesto: mi deber de ser tolerante con el otro significa efectivamente que no debo acercarme demasiado. Esto es lo que emerge cada vez más como el “derecho humano”: el derecho a no ser acosado, es decir, a mantenerse a prudente distancia de los otros.
La mujer embarazada, presente en la película, pierde todos sus derechos en la sociedad por ser refugiada y sobre todo por llevar en su vientre al “Último hombre”, pasando a ser manejada biopoliticamente. Cómo dice H. Arendt que se ligan los destinos de los derechos del hombre a los del Estado-nación, parece implicar la idea de una conexión íntima y necesaria entre ellos, pero sin embargo la paradoja que H. Arendt suscita en este punto que la figura – el refugiado – que habría debido encarnar por excelencia al hombre de los derechos, sella, por el contrario, la crisis radical de este concepto. “La concepción de los derechos del hombre – escribe – basada sobre la supuesta existencia de un ser humano como tal, se vino abajo tan pronto como los que la propugnaban se vieron confrontados por primera vez a hombres que habían perdido toda cualidad y relación específicas, excepto el puro hecho de ser humanos” (Arendt, H.)